VATICANO 🇻🇦

“Caminar por el Vaticano es tocar siglos de cultura y religión. Cada sala cuenta su propio relato.”

 

Nada más cruzar las murallas del Vaticano, sentimos esa mezcla de emoción y respeto que solo provocan los lugares cargados de historia. Habíamos visto mil veces la Plaza de San Pedro en fotos, pero estar allí, con las columnas de Bernini abrazándonos simbólicamente, fue algo distinto. El murmullo de la gente, el sonido de las campanas y la luz dorada sobre la cúpula nos dieron la bienvenida a uno de los lugares más impresionantes del mundo.


VÍA DE LA CONCILIAZINI 

Nuestra visita al Vaticano comenzó recorriendo la Vía della Conciliazione, la amplia avenida que une el Castillo de Sant’Angelo con la Plaza de San Pedro. A medida que avanzábamos, la cúpula del Vaticano se hacía cada vez más imponente al fondo, como si nos guiara hacia uno de los lugares más emblemáticos del mundo. El bullicio de los peregrinos, los vendedores de recuerdos y el sonido lejano de las campanas creaban una atmósfera única: sabíamos que estábamos a punto de vivir algo especial.


PLAZA DE SAN PEDRO

 

Al final de la Vía della Conciliazione, la vista se abre de golpe y aparece ante nosotros la Plaza de San Pedro, majestuosa y perfecta. Diseñada por Gian Lorenzo Bernini en el siglo XVII, su forma ovalada simboliza los brazos de la Iglesia que acogen a los fieles. Y realmente se siente así: es un espacio que impresiona, pero a la vez transmite calma.

Nos encontramos con una grata sorpresa. El papá "Benedicto XVI". que estaba oficiando misa. 

La cúpula de San Pedro, diseñada por Miguel Ángel, domina toda la plaza. Es imposible no levantar la vista una y otra vez, intentando captar su tamaño y su perfección desde todos los ángulos. Entre los peregrinos, los turistas y los guardias suizos con sus uniformes coloridos, el ambiente tiene algo solemne pero también humano, casi familiar.


MUSEOS VATICANOS

Después de admirar la Plaza de San Pedro, nos dirigimos hacia la entrada de los Museos Vaticanos, un auténtico laberinto de arte, historia y tesoros acumulados durante siglos. A pesar de haber visto mil fotos, nada nos preparó para la magnitud del lugar.

Pasamos por las Galerías de los Mapas y de los Tapices, donde cada pasillo parecía una obra de arte en sí mismo. Nos impresionaron especialmente los techos, tan ricamente decorados que uno no sabía si mirar hacia adelante o hacia arriba.

En la Galería de los Mapas, nos detuvimos largo rato observando los frescos del siglo XVI que representan toda Italia con una precisión sorprendente. Es fácil imaginar a los cartógrafos trabajando en cada detalle hace más de cuatrocientos años.

Otra de las salas que más nos cautivó fue la de las Estancias de Rafael, donde los frescos del joven Rafael Sanzio llenan las paredes de vida y movimiento. Frente a “La Escuela de Atenas”, con Platón y Aristóteles en el centro, sentimos que estábamos ante uno de los momentos culminantes del arte renacentista.

El recorrido culminó, por supuesto, en la Capilla Sixtina. Al entrar, el murmullo de los visitantes se convirtió en un silencio reverente. Levantar la vista hacia el techo pintado por Miguel Ángel fue sobrecogedor. Ver de cerca “La Creación de Adán”, esa imagen tan icónica, resultó mucho más emocionante de lo que imaginábamos.


BASILICA DE SAN PEDRO

Entrar en la Basílica de San Pedro es como atravesar un portal que nos transporta a siglos de historia, fe y arte. Lo primero que nos impactó fue la inmensidad del espacio: columnas enormes, techos altísimos y la luz que se filtra suavemente a través de las ventanas, creando una atmósfera solemne pero acogedora.

Recorrimos la nave central admirando las capillas laterales, cada una con sus esculturas y altares que parecen contar historias propias. Nos detuvimos frente a la Piedad de Miguel Ángel, y nos quedamos un buen rato contemplando la perfección de los pliegues del mármol y la expresión de María sosteniendo a Jesús. Verla en persona es mucho más emocionante que cualquier foto.

Luego nos acercamos al baldaquino de Bernini, ese enorme dosel de bronce sobre el altar mayor, y nos maravillamos con la delicadeza y fuerza al mismo tiempo de su estructura. Cada detalle, cada columna retorcida, refleja siglos de dedicación y maestría artística.

No podíamos dejar de mirar hacia arriba, hacia la cúpula de Miguel Ángel, que domina todo el interior. Los frescos del techo son impresionantes, y caminar bajo ellos hace sentir pequeñez ante tanta grandeza. También nos sorprendió la cantidad de tumbas de papas que hay dentro: desde monumentos enormes hasta placas más discretas, recordando a los líderes que han marcado la historia de la Iglesia.

Finalmente, recorrimos la nave lateral hasta la Capilla del Sacramento, y luego nos dirigimos hacia la salida, con la sensación de haber recorrido un museo vivo, lleno de historia, arte y espiritualidad. Salimos de la basílica con la mirada aún elevada, impresionados por todo lo que habíamos visto