COSTA BRAVA

“Entre calas escondidas y pueblos con encanto, descubrimos la magia de la Costa Brava” 

 

Nos lanzamos a descubrir la Costa Brava, ese tramo de litoral que va desde Blanes hasta la frontera con Francia, y que no deja a nadie indiferente. Aquí, el mar azul intenso choca contra acantilados abruptos, se cuela entre calas escondidas, y se mezcla con pueblos marineros llenos de encanto, caminos de ronda, ruinas antiguas y gastronomía que huele a mar.

Es una costa de paisajes dramáticos y alma tranquila, donde cada curva esconde una postal, y cada pueblo nos invita a quedarnos un poco más.

Aquí empieza nuestra ruta por una de las joyas más auténticas del Mediterráneo. Empezando de sur a norte. 


BLANES

“Blanes, puerto y playa que anuncian la Costa Brava con su luz y su mar azul intenso.”

Empezamos nuestra aventura por la Costa Brava en Blanes, la puerta sur de este litoral salvaje y mediterráneo. 

Nos dejamos llevar por su paseo marítimo bordeado de palmeras, que une el centro con la playa de S’Abanell, perfecta para un baño tranquilo.

JARDÍN BOTÁNICO MARIMURTRA

Pero lo que de verdad nos dejó sin palabras fue subir hasta el Jardí Botànic Marimurtra: un jardín colgado sobre los acantilados, con especies de todo el mundo y unas vistas sobre el Mediterráneo que cortan la respiración.

Para cerrar el día, nada como probar un arroz o un suquet de peix en alguna terraza frente al mar, con el roquero de Sa Palomera (la gran roca que marca el inicio de la Costa Brava) justo delante. 

FIESTAS

El Concurs Internacional de Focs d’Artifici de Blanes, que se celebra cada julio durante la Festa Major de Santa Anna, es algo que no te puedes perder. 

Durante una semana, cada noche el cielo se ilumina con fuegos artificiales lanzados desde Sa Palomera, y toda la bahía se convierte en un teatro natural.


LLORET DE MAR

“Lloret de Mar, donde el mar Mediterráneo se encuentra con playas animadas y callejuelas llenas de vida.”

Lloret de Mar es uno de esos destinos que muchos creen conocer… hasta que lo exploran de verdad. Sí, tiene su fama de fiesta y diversión (y no vamos a negarlo), pero basta con alejarse un poco del bullicio para descubrir otra cara de Lloret:

CASTILLO

En lo alto de un promontorio, entre el azul del mar y el verde de los pinos, se alza el Castell.

Desde la torre del castillo, a más de 60 metros sobre el mar, tendrás una panorámica impresionante de toda la costa:

Es el lugar perfecto para ver el atardecer o hacer fotos de postal. 

CAMI DE RONDA 

También fuimos desde  la playa de Fenals, hasta la playa de Lloret, paseando por el Camí de Ronda, que bordea la costa con vistas increíbles. Entre acantilados, pinos y calas. 

CASCO ANTIGUO 

Vamos a ver qué hay más allá del paseo marítimo”, dijimos. Y vaya si acertamos. Solo bastó girar una calle desde la playa para encontrarnos con otro Lloret, ese que no sale en los anuncios: el del casco antiguo, donde las calles se estrechan, las fachadas hablan de otro tiempo, y todo parece ir a un ritmo más pausado.

Entre nosotros: si quieres sentir el alma de verdad de Lloret, este es el sitio.

Nuestro paseo comenzó por la Carrer de la Vila, una callecita estrecha que aún conserva ese aire de pueblo marinero. Allí se mezclan tiendecitas locales, panaderías que huelen a gloria y vecinos saludándose de balcón a balcón. De vez en cuando aparece una fachada modernista, de esas que te obligan a parar y mirar hacia arriba. 

La iglesia de Sant Romà. Si no supiéramos que estamos en la Costa Brava, pensaríamos que estamos en Barcelona. Colores, cúpulas, mosaicos, un aire entre modernista y bizantino que no esperábamos encontrar aquí. Nos quedamos un buen rato admirando los detalles. Y si puedes, entra: el interior también sorprende.

Si visitas Lloret en verano, prepárate: la vida nocturna es intensa. Bares, pubs y discotecas, atraen a jóvenes de toda Europa.


TOSSA DE MAR

“Tossa de Mar, con su muralla medieval abrazando el mar, un rincón donde historia y paisaje se funden.”

Llegamos caminando por el paseo marítimo y de pronto, allí estaba: la Vila Vella, la única ciudad medieval amurallada que se conserva en toda la costa catalana. Y sí, es tan bonita como suena.

Subimos por sus callejuelas empedradas, entre casas de piedra, buganvillas en flor y vistas de escándalo al Mediterráneo. Las torres de la muralla, el faro, los miradores… todo nos hablaba de otro tiempo. Y desde lo alto, vimos cómo la playa se funde con la historia, literalmente.

Tossa es uno de los pueblos imprescindibles de la visita a la costa Brava. Nos enamoró 🥰

Tossa es un pueblo que tienes que visitar si o sí, si visitas la costa brava. Su belleza es extrema 💯


SANT FELIU DE GUIXOLS

 “Sant Feliu de Guíxols, un puerto lleno de historia junto a playas que invitan a disfrutar del Mediterráneo.”

Lo primero que atrapa es su paseo marítimo: palmeras, barquitas de pesca y terrazas que invitan a no hacer nada… salvo mirar el mar. Pero si levantas la vista, verás el símbolo del pueblo: el imponente Monestir de Sant Feliu, (en esta ocasión no lo visitamos).Y sí, si te suena es porque aquí se celebra cada verano el Festival de la Porta Ferrada, con música en vivo y un ambientazo difícil de olvidar.

Prepárate, porque aquí se come muy bien. Sobre todo pescado fresco. 

Si eres un valiente, puedes hacer La Vía Ferrata de la Cala del Molí es una de las pocas del mundo que transcurre sobre el mar. No es para cualquiera, pero si te animas, las vistas son espectaculares.


PLATJA D'ARO

“Platja d’Aro, donde las playas se encuentran con el bullicio de tiendas, restaurantes y vida mediterránea.”

Si algo tiene Platja d’Aro es que nunca se detiene. Después de la calma y rincones tranquilos, nos apetecía algo más animado… y este destino costero nos dio justo eso: playas increíbles, tiendas, ambiente y mucha vida sin perder el encanto mediterráneo.

La protagonista, por supuesto, es la Platja Gran: una playa amplia, larga y con todos los servicios.

PLAYA GRAN 

CALA SA COVA

CAMI DE RONDA 

Pero si prefieres calas más tranquilas, solo tienes que caminar un poco hacia el norte y descubrir pequeñas joyas como Cala Rovira o Cala Sa Cova, rodeadas de rocas y vegetación mediterránea.

Haz el Camino de Ronda que conecta las calas. Es precioso, fácil de seguir y te regala unas vistas espectaculares.

La variedad del paisaje: de una playa urbana pasas en minutos a calas salvajes, miradores sobre acantilados, túneles rocosos y escaleras que parecen llevarte a un secreto escondido. Además, el camino está bien señalizado, cuidado y muy accesible (aunque algunas subidas te harán sudar un poco… y eso también tiene su encanto).

Puedes caminar hasta donde te apetezca. Muchos lo hacen hasta la zona de Cala Cap Roig y luego regresan, pero si te animas, puedes continuar incluso hasta Cala Cristus o la zona de Sant Antoni de Calonge, dependiendo del tiempo y las ganas. Lo bueno es que cada tramo es disfrutable en sí mismo: no hace falta hacer una ruta larga para llevarte una experiencia increíble.

Platja d’Aro es también uno de los mejores lugares para ir de compras en la Costa Brava. Su avenida principal está llena de tiendas, desde marcas internacionales hasta boutiques locales. Y cuando nos cansamos de mirar escaparates, nos sentamos en una terraza para tomar algo y ver pasar la vida.

 

Por la noche, el pueblo cambia: luces, música, terrazas llenas y un ambiente animado que nos invitó a alargar el día. Si te apetece fiesta, aquí la tienes. Y si buscas una cena tranquila frente al mar, también.

S'AGARO

“S’Agaró, un paseo marítimo elegante que bordea calas tranquilas y aguas cristalinas.”

Si alguna vez soñaste con pasear junto al mar por un sendero bordeado de villas señoriales, buganvillas en flor y acantilados de postal, déjame presentarte S’Agaró. Este pequeño rincón de la Costa Brava es como un susurro elegante entre Platja d’Aro y Sant Feliu de Guíxols. Discreto, bonito a rabiar y con ese aire sofisticado que huele a verano eterno.

CAMI DE RONDA 

El mayor tesoro de S’Agaró es el Camí de Ronda. Y no, no exageramos. Desde la platja de Sant Pol hasta la cala Sa Conca, este sendero peatonal es uno de los más bonitos de la Costa Brava. Fácil, accesible y con vistas que te harán parar cada dos pasos para hacer una foto (o simplemente quedarte mirando el mar).

A un lado, el azul infinito. Al otro, mansiones de los años 20 y 30 con jardines cuidados al milímetro y escalinatas que parecen de película. No es raro que aquí se hayan rodado películas o que personajes famosos lo elijan como refugio.

PLAYA DE SAN POL

Hay playas que parecen sacadas de una postal antigua, y Sant Pol, en S’Agaró, es una de ellas. Arena fina y dorada, aguas tranquilas de un azul transparente, casetas de baño de colores que parecen pintadas a mano… y un paseo marítimo que invita a caminar sin prisas, como si el tiempo aquí se hubiera detenido un poco.

La playa es amplia y muy llana.

Las casetas de colores —símbolo de esta playa— nos enamoraron al instante. Son como pequeñas casas de muñecas alineadas a pie de arena. Además de ser súper fotogénicas, le dan un aire retro que nos hizo sentir como si estuviéramos en los años 30, cuando la alta burguesía catalana empezó a veranear aquí.

PLAYA DE SA CONCA 

Lo primero que impacta es el entorno: pinos retorcidos, roca rojiza y aguas cristalinas. La playa está abrazada por la exclusiva urbanización de S’Agaró Vell (con casas que parecen sacadas de una película), pero al mismo tiempo se mantiene abierta y accesible para todos. Eso sí, el ambiente aquí es más tranquilo y elegante que fiestero.


PALAMÓS 

“Palamós, puerto pesquero y playas que muestran la esencia más auténtica de la Costa Brava.”

Uno de los grandes atractivos de Palamós es su puerto, que no es decorativo: aquí llegan barcos de verdad, cada día, con el pescado más fresco. Y eso se nota en el ambiente, en los restaurantes… 

Nosotros lo visitamos para poder probar su pescado fresco. Si puedes prueba la estrella gastronómica: la gamba roja de Palamós. Pequeña, intensa, jugosa… ¡una delicia! Se sirve a la plancha, en arroces o en tapas, y aunque no es barata, merece cada euro.

Y si estás por aquí por la tarde, no te pierdas la llegada de las barcas a puerto. Ver cómo descargan el pescado y cómo empieza la subasta en la lonja es como asomarse al alma del pueblo.


PALAFRUGELL

“Palafrugell, pueblos tranquilos y calas cercanas que revelan la esencia de la Costa Brava más auténtica.”

Palafrugell es el municipio al que pertenecen varios de los rincones más bonitos de la Costa Brava: Tamariu, Llafranc y Calella de Palafrugell. El pueblo en sí está en el interior (a unos 3 km del mar) y es bastante grande comparado con los pueblecitos costeros.

CALELLA DE PALAFRUGELL 

Si alguien nos pidiera que dibujáramos el pueblo mediterráneo perfecto, probablemente saldría algo muy parecido a Calella de Palafrugell: casas blancas que miran al mar, barcas de pescadores en la arena, callejuelas tranquilas, y esa luz suave que hace que todo parezca más bonito. No es un decorado: es real, y está aquí, en pleno corazón de la Costa Brava.

Lo que más nos gustó de Calella es que, a pesar de ser un destino muy visitado, ha sabido conservar su esencia. Nada de edificios altos ni aglomeraciones. Aquí todo es a escala humana, con sabor a salitre y a historia.

Pasear por sus calles empedradas es como viajar atrás en el tiempo. Las fachadas encaladas con buganvillas, las pequeñas tiendas de artesanía, los portales con redes colgadas… cada rincón tiene algo que invita a detenerse.

FIESTAS

La gran cita del año. Cada primer sábado de julio, la playa de Port Bo se convierte en un escenario único al aire libre. Decenas de miles de personas se reúnen para escuchar havaneres —esas canciones de mar, nostalgia y ron— interpretadas por grupos tradicionales frente al Mediterráneo iluminado.

Y sí, el “ron cremat” (ron con azúcar, canela, limón y fuego) se reparte entre el público, creando una atmósfera mágica. Es uno de los momentos más icónicos de toda la Costa Brava, y vivirlo en directo es emocionante.

CAMI DE RONDA EL GOLFET/CALELLA 

Comenzamos la caminata en Cap Roig, junto al famoso Jardín Botánico, que ya merece por sí solo una visita. Desde aquí, el camino baja entre pinos hasta tocar la primera joya del día: Cala El Golfet. Una pequeña cala de piedras rojizas, acantilados verticales y agua cristalina donde apetece quedarse a vivir… o al menos darse un baño.

Desde El Golfet, el sendero serpentea junto al mar. Es un tramo corto, pero precioso y muy fotogénico: bancos frente al agua, pasarelas de piedra, pequeños miradores y muchas curvas donde el mar se cuela entre los árboles.

A medida que nos acercamos a Calella, el paisaje se vuelve más mediterráneo todavía: barquitas varadas, casas blancas con ventanas verdes, pinos retorcidos que se inclinan hacia el mar… y de fondo, el murmullo constante de las olas.

Entrar en Calella por este camino es como entrar en una pintura. Aparecen los arcos del Port Bo, la playa con barcas tradicionales y ese ambiente tranquilo y elegante que tanto nos gusta. 

Calella es otro de los pueblos que no te puedes perder, en este recorrido por la Costa Brava. 💯

 

LLAFRANC

Pendiente de explorar 😜

TAMARIU

Entre acantilados y bosques de pinos, Tamariu aparece como uno de los pueblos marineros más auténticos de la Costa Brava. Su nombre procede de los tamarius, unos arbustos que crecían en abundancia junto a la orilla, y todavía hoy conserva la esencia de aquel pequeño conjunto de barracas de pescadores que fue durante siglos.

Tamariu mantiene un aire tranquilo y recogido. El paseo marítimo es corto y sencillo, apenas unas casas blancas que se asoman al mar y un puñado de restaurantes donde sirven pescado fresco y arroces marineros. Frente a ellos, la playa sorprende con sus aguas transparentes y profundas desde pocos metros, lo que la convierte en un lugar perfecto para practicar snorkel.

 

Tamariu no necesita grandes monumentos ni espectáculos. Su encanto está en la sencillez: barcas varadas en la arena, cenas al aire libre frente al mar y la calma de un pueblo que ha sabido crecer sin perder su identidad marinera. Para quienes buscan autenticidad y belleza natural en la Costa Brava, este pequeño rincón de Palafrugell se convierte en un destino inolvidable.

CAMI DE RONDA NORTE 

Los caminos de ronda son, sin duda, la mejor manera de descubrir su entorno. Hacia el norte, el sendero serpentea por los acantilados y conduce a pequeñas joyas como Aigua Xelida, ofreciendo miradores naturales que dejan sin aliento.

Y una zona perfecta para hacer snorkel. 


BEGUR

“Begur, un pueblo entre colinas y calas, donde los castillos y el mar se encuentran en perfecta armonía.”

En la Costa Brava hay pueblos bonitos… y luego está Begur. Colgado en una colina con vistas al Mediterráneo, rodeado de bosques, calas escondidas y un aire que mezcla lo medieval con lo exótico, Begur nos sorprendió desde el primer paso. Porque este pueblo no solo se ve bonito en las fotos: se respira especial

Pasear por el centro de Begur es como viajar en el tiempo. Calles estrechas, empedradas, con casas de colores y balcones llenos de flores, tiendas con encanto y plazas donde parar a tomar algo sin mirar el reloj.

Pero lo más curioso son sus casas indianas, esas mansiones elegantes construidas por begurenses que hicieron fortuna en Cuba en el siglo XIX y volvieron con un estilo muy particular. Verás fachadas coloniales, palmeras en los patios y detalles que cuentan historias de ultramar.

Subir al Castell de Begur es obligatorio. Aunque solo quedan restos de la antigua fortaleza medieval, las vistas panorámicas desde arriba son espectaculares: verás el mar, las montañas, el perfil de las Illes Medes, y si el día está claro, incluso el Pirineo al fondo.

FORNELLS

Llegamos al puerto de Fornells y enseguida sentimos que estábamos en un rincón marinero auténtico de la Costa Brava. No es un puerto grande ni lleno de yates, sino un pequeño refugio donde las barcas tradicionales descansan junto a las casetas pintadas de los pescadores. El ambiente es tan tranquilo que parece que el tiempo vaya más despacio.

Paseamos por el muelle, disfrutando de cómo las barcas se balanceaban suavemente en el agua, mientras la brisa del mar nos acompañaba. Nos encantó esa mezcla de sencillez y belleza, con el paisaje de acantilados verdes y el azul intenso del Mediterráneo como telón de fondo.

SA TUNA

Una de las más conocidas, y con razón. Es pequeña, recogida, con casitas de pescadores de colores que le dan un aire de postal. El agua es cristalina y el entorno es de pura roca y vegetación. Hay restaurantes justo frente al mar y un ambiente tranquilo, incluso en verano. Perfecta para nadar o simplemente relajarte con las vistas.

Eso si tiene difícil aparcamiento en verano. Asi que toca madrugar.

AIGUAFREDA

Es una cala diminuta, con un embarcadero y algunas barcas tradicionales que le dan ese aire marinero tan auténtico. No hay arena, sino roca y cemento, lo que la hace menos turística y mucho más tranquila. Nos encantó esa sensación de estar en un rincón secreto de la Costa Brava.

Desde aquí seguimos el camino de ronda hacia Sa Tuna, uno de los tramos más bonitos que hemos hecho. El sendero serpentea entre pinos, siempre con el mar a un lado, y cada curva nos regalaba vistas espectaculares de los acantilados. El contraste del verde de los árboles con el azul intenso del Mediterráneo es simplemente hipnótico.

Después de un paseo corto, pero lleno de rincones fotogénicos, llegamos a Sa Tuna, otra cala preciosa con casas blancas que parecen colgadas del mar. Fue como pasar de un rincón escondido a una postal de la Costa Brava.

SA RIERA 

Es una de las calas más amplias y accesibles de la zona, pero aún conserva ese aire tranquilo y auténtico que tanto nos gusta.

Sa Riera es una cala de arena dorada y aguas limpias, flanqueada por casas blancas, barquitas varadas y ese típico paisaje de la Costa Brava donde el bosque de pinos parece caer sobre el mar. A pesar de ser la más grande de Begur, no ha perdido su toque local: todavía se respira el ambiente de lo que fue un pequeño núcleo de pescadores.

Nos encantó porque es ideal para pasar el día entero: puedes llegar en coche fácilmente, hay restaurantes a pie de playa, zonas de sombra natural, duchas y un entorno precioso que invita tanto al relax como a la aventura.

Al fondo las Preciadas Islas Medes. 

FIESTAS

Si pasas por Begur en verano, no te pierdas la Fira d’Indians, que se celebra a principios de septiembre. Durante un fin de semana, el pueblo entero se viste de blanco y revive su pasado colonial con música cubana, mojitos, mercadillos y espectáculos en la calle. ¡Una experiencia única!


L'ESTARTIT

“L’Estartit, playas amplias y un mar que invita a perderse entre islas y horizontes infinitos.”

El pueblo es si, basa su encanto en La Playa Gran de L’Estartit es perfecta para familias: grande, de arena fina, con todos los servicios y aguas poco profundas. Desde aquí se ve perfectamente el archipiélago de las Medes, lo que le da un aire único. Si caminas hacia el norte, el paisaje se vuelve más salvaje, con dunas y vegetación, ideal para pasear y desconectar.

Frente a la costa de L’Estartit, a apenas un kilómetro mar adentro, se alzan las misteriosas y bellas Illes Medes, un pequeño archipiélago que parece flotar en medio del Mediterráneo. Desde la playa ya se intuyen especiales, pero es cuando te acercas (o te sumerges) cuando entiendes por qué este lugar es una joya natural única en Europa.

Las Illes Medes forman parte del Parc Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter, y son reserva marina desde 1990. Esto significa que durante más de 30 años su biodiversidad ha estado protegida, y se nota: el agua aquí está llena de vida. En el fondo marino habitan meros enormes, bancos de peces de mil colores, pulpos, corales rojos, estrellas de mar… Es un auténtico espectáculo.

Hay muchas empresas locales que ofrecen excursiones responsables y te explican la historia y la riqueza natural del entorno.


L'ESCALA 

“L’Escala, puerto marinero y playas que reflejan la luz y la vida del Mediterráneo.”

En la Costa Brava hay muchos pueblos bonitos, pero L’Escala tiene algo que la hace especial: una mezcla deliciosa de tradición marinera, ruinas milenarias, playas tranquilas y buen comer. Es de esos lugares que se disfrutan paseando sin prisas, oliendo a sal, escuchando las gaviotas y dejándote tentar por unas buenas anchoas (¡sí, aquí saben a gloria!).

El corazón de L’Escala es su casco antiguo, con callecitas estrechas, casas encaladas y balcones llenos de macetas. Caminando por allí te cruzas con panaderías de toda la vida, pequeñas tiendas de productos locales y alguna terracita donde sentarse a ver pasar el tiempo. La plaza de la iglesia es uno de esos rincones con encanto que no te esperas.

Justo al lado está el paseo marítimo, que conecta el centro con el puerto. Aquí siempre hay ambiente: pescadores, niños con helado, abuelos sentados al sol y turistas como nosotros, cámara en mano.

L’Escala es sinónimo de anchoas en salazón, y no es por casualidad. La tradición viene de siglos atrás, y aún hoy se siguen preparando de forma artesanal. Puedes visitar alguna de las fábricas-museo para ver el proceso (¡y probarlas, claro!). También las encontrarás en cada restaurante, en mil versiones: sobre pan con tomate, en ensalada, con aceite… y todas riquísimas.

FIESTAS

Si tuviéramos que ponerle una banda sonora a L’Escala, sin duda tendría sabor a sal, olor a anchoa y ritmo de habanera. Este pueblo marinero no solo conquista por sus paisajes y su gastronomía, también por cómo la música forma parte de su alma.

Una de las experiencias más auténticas que puedes vivir en L’Escala es escuchar habaneras en directo en alguna terraza del casco antiguo o durante las fiestas locales. Estas canciones, que nacieron entre Cataluña y Cuba, cuentan historias de marineros, amores lejanos y nostalgias saladas. Su ritmo lento y melancólico encaja perfectamente con el vaivén de las olas.

Y no hay habaneras sin su fiel acompañante: el ron cremat, una bebida caliente con ron, café, azúcar y piel de limón que se flambea justo antes de servir. Cierra los ojos, da un sorbo y deja que la música te lleve.

L’Escala también mantiene viva la tradición de la sardana, el baile típico catalán. Ver cómo los vecinos (y visitantes) se toman de las manos en círculo, moviéndose al compás de la cobla, con el Mediterráneo de fondo, es emocionante incluso si no entiendes nada de la coreografía. Es un momento que te conecta con la identidad local, con sus raíces más profundas.

PUNTA MONTGRO

Desde este punto puedes estar ante una de las mejores vistas de la bahía de Roses.


SANT MARTI D'EMPÚRIES

“Sant Martí d’Empúries, un rincón histórico donde el mar y las ruinas antiguas se encuentran en perfecta armonía.”

Al llegar a Sant Martí d’Empúries sentimos que habíamos viajado en el tiempo. Este pequeño pueblo medieval, rodeado por murallas, conserva un encanto especial: calles estrechas empedradas, casas de piedra y plazas tranquilas donde parece que todo transcurra a otro ritmo.

Nos gustó especialmente pasear por la Plaça Major, con sus terrazas perfectas para sentarse a tomar algo mientras contemplábamos la vida del pueblo. Desde allí recorrimos los callejones que nos llevaron hasta la iglesia de Sant Martí, una joya gótica que domina el centro del núcleo.

Lo mejor es que el pueblo se encuentra justo al lado del yacimiento arqueológico de Empúries, donde griegos y romanos dejaron huella hace siglos. Caminar desde el casco antiguo hasta las ruinas y luego seguir hasta la playa fue una experiencia única: cultura, historia y mar, todo en el mismo lugar.

Terminamos el paseo bajando hasta la playa de Empúries, de arena fina y con vistas espectaculares al golfo de Roses. El contraste entre el agua azul, las ruinas antiguas y el pueblito medieval en lo alto hizo que nos pareciera uno de los lugares más especiales de la Costa Brava.

EMPURIES

Aunque visite sus ruinas siendo una niña, me queda pendiente su visita. 


EMPURIABRAVA 

“Empuriabrava, la Venecia española, con canales que invitan a navegar y descubrir la Costa Brava desde el agua.”

Sí, lo primero que llama la atención de Empuriabrava es su red de canales navegables: más de 25 km que serpentean entre casas blancas con embarcadero propio. Pero ojo, esto no es solo una urbanización con barcos…

Empuriabrava está rodeada por el Parc Natural dels Aiguamolls de l’Empordà, un espacio protegido lleno de lagunas, aves migratorias, senderos y miradores. Perfecto para hacer una caminata al atardecer o una salida en bici. Si te gusta la fotografía o simplemente desconectar entre naturaleza, este lugar te va a encantar.


ROSES

"Roses y su bahía, un paisaje donde el mar se abraza con la ciudad, creando un rincón lleno de luz y calma.”

Roses tiene una de las bahías más bonitas del Mediterráneo, y eso se nota en sus playas. Hay grandes arenales como la Platja de Roses o la Platja de Santa Margarida, ideales para ir en familia o simplemente tumbarse al sol. Pero también hay calas escondidas en el Parc Natural del Cap de Creus, como Cala Murtra o Cala Rostella, a las que solo se llega caminando o en barco, y que te hacen sentir en pleno paraíso.

Uno de los mejores planes en Roses es recorrer un tramo del Camí de Ronda, el sendero que bordea la costa entre acantilados, calas escondidas y miradores de escándalo. El tramo que va hacia Cala Montjoi y más allá (donde estaba el mítico restaurante El Bulli) es especialmente bonito.

Uno de los grandes tesoros de Roses es su ciutadella, una fortaleza renacentista impresionante donde conviven restos griegos, romanos y medievales. Pasear por su interior es como hacer un viaje en el tiempo entre ruinas, jardines y murallas que aún conservan su fuerza.


CADAQUES

“Cadaqués, pueblo blanco frente al Mediterráneo, donde las callejuelas y el mar se funden en un paisaje inolvidable.”

En Cadaqués, lo mejor que puedes hacer es perderte sin mapa. Caminar entre sus callejuelas empedradas, descubrir rincones llenos de flores, pequeñas galerías de arte y tiendas con encanto. Las cuestas no son pocas, pero cada rincón tiene su recompensa: una terraza escondida, una puerta azul, una ventana abierta al mar.

La Iglesia de Santa María, en lo alto del casco antiguo, ofrece unas vistas preciosas de la bahía. Si puedes, sube al atardecer. Es uno de esos momentos que se quedan contigo.

La bahía de Cadaqués es uno de sus grandes tesoros. Tranquila, de aguas cristalinas, salpicada de barcas de pesca… ideal para un paseo al borde del mar o para sentarse con un helado a ver cómo pasan las horas.

Y si te animas a explorar un poco más, hay calas preciosas en los alrededores

No es solo uno de los pueblos más bonitos de la Costa Brava: es una experiencia sensorial y emocional. Quien va, lo entiende. Y quien lo entiende… siempre quiere volver.

DALI

Cadaqués fue el refugio y la inspiración de Salvador Dalí, y todavía se respira su espíritu creativo por todas partes. A pocos minutos del pueblo, en Portlligat, puedes visitar su casa-museo: una mezcla surrealista de habitaciones conectadas como un laberinto, con huevos gigantes en el tejado y vistas al mar que quitan el aliento.

Si te gusta el arte, este lugar te va a fascinar. Y si no, también: simplemente pasear por el jardín o asomarse a su estudio es una experiencia única.

CAP DE CREUS

Es el punto más oriental de la península ibérica y forma parte del Parque Natural del Cap de Creus, un espacio protegido de gran valor geológico y paisajístico.

Aquí el Mediterráneo choca contra acantilados, el paisaje es áspero pero hermoso, y el silencio solo lo rompe la tramuntana. Es un lugar salvaje, magnético y profundamente inspirador.

No es casualidad que Salvador Dalí lo adorara. Decía que era un lugar hecho por los dioses, lleno de formas surrealistas esculpidas por la naturaleza. Solo tienes que mirar con atención: entre las rocas verás dragones, águilas, camellos, fantasmas…

El faro es uno de los símbolos del lugar. Está situado a 87 metros sobre el nivel del mar y, desde allí, las vistas son brutales. 


PORT DE LA SELVA

El Port de la Selva, puerto pesquero rodeado de montañas, donde el mar y la naturaleza se encuentran en perfecta armonía.”

Este pequeño pueblo pesquero, escondido entre montañas y abrazado por el Mediterráneo, conserva intacta su esencia. Aquí no hay prisas, ni multitudes, ni ruido. Solo barcas, olas, faroles y calma.

A diferencia de otros pueblos costeros más bulliciosos, El Port de la Selva es perfecto para desconectar de verdad. Aquí puedes desayunar frente al mar sin prisas, hacer una ruta por los acantilados, comer pescado fresco y ver cómo cae el sol entre las montañas, todo en el mismo día y sin estrés.

MONASTERIO DE RODES

Colgado en lo alto de la sierra de Rodes, mirando al golfo de Roses y al Cap de Creus, este monasterio benedictino milenario no solo es una joya arquitectónica: es una experiencia en sí misma.

Subir hasta él —ya sea en coche o caminando por senderos entre encinas y viento de tramuntana— es como ascender a otro tiempo.

Nosottos subimos un día de niebla en la cumbre, y lo hacía verdaderamente mágico.

 

Construido entre los siglos IX y XII, Sant Pere de Rodes es uno de los mejores ejemplos del románico catalán. Su silueta imponente parece surgir de la roca, con una torre campanario que se ve desde lejos, como si vigilara el horizonte. Pasear por sus pasillos, sus claustros y su iglesia, con esos muros tan antiguos, es caminar por siglos de historia.

Se cree que aquí llegaban peregrinos del Camino de Santiago para venerar reliquias sagradas. No es difícil imaginar por qué: el lugar tiene una energía muy especial, y unas vistas tan espectaculares que quitan el aliento.

Desde el monasterio, el paisaje es impresionante: el mar al fondo, el Cap de Creus recortando el horizonte, los valles del Empordà a tus pies y, en días despejados, hasta los Pirineos a lo lejos. Es uno de esos lugares donde el silencio lo dice todo.

 

¿Por qué recomendamos visitar la Costa Brava?

La Costa Brava es un destino completo, auténtico y versátil, ideal tanto para escapadas románticas como para vacaciones en familia, viajes de aventura o retiro tranquilo. Su mezcla de paisaje natural impresionante, riqueza cultural y deliciosa gastronomía la convierte en una de las joyas del Mediterráneo, aún sin la masificación de otros destinos más turísticos.