CIUDADES
OVIEDO
"Oviedo fue para nosotros una ciudad preciosa en la que la vida parece ir a otro ritmo, más amable, más sereno, más nuestro".
Llegamos a Oviedo con esa sensación de estar entrando en una ciudad que se descubre despacio.
Paseamos sin prisa, dejando que la ciudad nos guiara, y pronto entendimos que Oviedo no busca deslumbrar; prefiere conquistar con calma. Y lo consigue.
CRISTO DEL NARANCO
Cuando subimos al Monte Naranco, lo primero que sentimos es cómo la ciudad de Oviedo va quedando abajo, cada vez más pequeña, mientras la vegetación y el aire fresco de la montaña van ganando espacio. Al llegar arriba, lo que nos espera no es solo un mirador magnífico, sino también uno de los símbolos más queridos por la ciudad: el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, conocido por todos simplemente como el Cristo del Naranco.
Se erigió en 1980, aunque la tradición de colocar grandes imágenes del Sagrado Corazón es más antigua. La estatua impresiona tanto por su tamaño (casi 30 metros contando el pedestal) como por su expresión: los brazos abiertos, acogiendo Oviedo y las montañas que se pierden en el horizonte.
Desde aquí arriba se ve toda la ciudad: la Catedral marcando el centro, los barrios extendiéndose hacia los valles y, en los días claros, incluso el Cantábrico brillando a lo lejos. Es un lugar que invita a quedarse un rato, respirar hondo y dejar que el paisaje hable solo.
SANTA MARÍA DEL NARANCO
es una joya única del Prerrománico Asturiano, una de esas piezas que parecen sacadas de otro tiempo y que, sin embargo, conservan una armonía que todavía nos sorprende.
Originalmente, allá por el siglo IX, no fue una iglesia, sino un palacio mandado construir por el rey Ramiro I. Un salón de recepciones, una especie de lugar para ceremonias o celebraciones, con vistas privilegiadas sobre el valle de Oviedo. Solo siglos después se transformaría en templo. Quizá por eso su arquitectura resulta tan distinta de lo que solemos esperar cuando pensamos en iglesias antiguas.
SAN MIGUEL DE LILLO
Esta iglesia, también construida en tiempos de Ramiro I, formaba parte de un conjunto mayor. Con el paso de los siglos y los derrumbamientos parciales, solo ha llegado hasta nosotros una parte, pero esa parte está cargada de historia y de belleza.
CAMPO DE SAN FRANCISCO
Está situado en el corazón de la ciudad. Caminamos por su arbolada, hasta el estanque. Es un parque cuidado y tranquilo.
A medida que avanzamos, nos encontramos con figuras conocidas: la estatua de La Torera, siempre atenta; el Quiosco de la Música, que parece esperar una serenata; y, por supuesto, la pequeña figura de Mafalda sentada en su banco.
ESTATUAS
En Oviedo hay una forma curiosa de conocer la ciudad: simplemente caminando. No hace falta entrar en museos ni buscar placas, porque la historia, la cultura y hasta el humor se encuentran en plena calle, convertidos en estatuas que nos acompañan en el paseo. Y lo mejor es que aparecen casi sin avisar, como si estuvieran ahí para sorprendernos.
Entre muchas, Mafalda, los Gaiteros, el culo, la Regenta, Woody Allen, Tino Casal, etc.
También la más sorprendente es la Ruta de los Gatos: pequeñas esculturas felinas escondidas en cornisas, tejados y quicios, como si tuviesen su propia ciudad secreta paralela a la nuestra. Nos obliga a mirar hacia arriba, a cambiar la perspectiva, a detenernos.
TEATRO CAMPO AMOR
Al acercarnos al centro de Oviedo, hay un edificio que siempre llama la atención. No es monumental en exceso ni pretende imponerse, pero tiene una elegancia sobria que nos invita a detenernos. Es el Teatro Campoamor, el corazón cultural de la ciudad y uno de esos lugares donde las historias no solo se cuentan: suceden.
Inaugurado en 1892, el Campoamor ha sido durante generaciones el escenario de la música, la lírica y las emociones compartidas. Sus salas han visto óperas, conciertos, ballets, recitales y estrenos que han dejado huella. Pero si hay algo que lo ha hecho mundialmente conocido es que desde 1981 acoge cada año la Ceremonia de los Premios Princesa de Asturias. En ese momento, Oviedo se viste de gala y el teatro se convierte en un lugar donde se celebra lo mejor de la ciencia, las artes, el pensamiento y el deporte.
CALLE GASCONA
Esta calle es conocida como el Bulevar de la Sidra, y no es casualidad. Casi cada puerta es una sidrería, y cada sidrería es un mundo donde la tradición se vive de verdad. No hace falta mucho protocolo: pedimos una botella y dejamos que el escanciador la alce, gire la muñeca y deje caer la sidra en el vaso con esa precisión casi coreográfica. El sonido al caer, el aroma que se abre y el primer sorbo frío y afrutado hacen que entendamos por qué aquí la sidra no se bebe: se comparte.
Nos sentamos, escuchamos el murmullo de la calle y elegimos algo para acompañar, de la variada gastronomía asturiana.
CATEDRAL DE SAN SALVADOR
Al llegar a la Catedral de San Salvador sentimos enseguida que estábamos ante uno de esos lugares que marcan un viaje. La torre gótica, apuntando al cielo, nos dio la bienvenida mientras entrábamos en la plaza.
Por dentro, la catedral nos sorprendió por su calma. Caminamos despacio, dejándonos llevar por la luz que entraba entre las columnas. La Cámara Santa fue el rincón que más nos impresionó: pequeña, silenciosa y llena de tesoros como la Cruz de la Victoria y la Cruz de los Ángeles.
Nos quedamos un rato en la plaza al salir, mirando la torre y respirando ese ambiente tan especial que tiene Oviedo. Fue una visita breve, pero de esas que se quedan con nosotros mucho tiempo.
PLAZA DE TRANSCORRALES
Al llegar a la Plaza de Trascorrales sentimos que nos habíamos metido en uno de esos rincones con encanto que solo aparecen cuando te pierdes un poco por Oviedo. Es una plaza pequeña, coqueta, rodeada de casas de colores y con un ambiente tranquilo que invita a quedarse un rato.
Lo que más nos llamó la atención fueron sus estatuas, que parecen contar historias sin decir una palabra. Entre otras destaca la Lechera y la Vendedora de Pescado.
Nos quedamos dando vueltas por la plaza, disfrutando del silencio y del eco de la vida cotidiana. Trascorrales es uno de esos lugares que no buscan llamar la atención… pero terminan conquistándote sin esfuerzo.
PLAZA DE LA CONSTITUCION / AYUNTAMIENTO
Llegamos a la Plaza de la Constitución casi sin darnos cuenta, caminando desde el casco antiguo, y de repente sentimos que estábamos en el corazón vivo de Oviedo. Es una plaza amplia, rodeada de soportales y edificios elegantes, donde todo parece pasar a su ritmo: gente que va y viene, terrazas llenas y ese ambiente tranquilo tan típico de la ciudad.
Nos acercamos al Ayuntamiento, que preside la plaza con su fachada clásica, y justo al lado vimos la entrada a la Iglesia de San Isidoro, discreta pero preciosa. Nos quedamos un rato sentados en una terraza, simplemente observando la vida pasar y disfrutando del momento.
MERCADO EL FONTAN
Bajo su estructura de hierro y cristal encontramos un ambiente lleno de vida: puestos de frutas que parecían recién recogidas, quesos que nos tentaban desde lejos y pescaderías donde todo brillaba con ese aire fresco del Cantábrico.
Nos paseamos sin prisa, curioseando cada mostrador y dejando que los aromas nos guiaran.
Al salir, nos quedamos un momento en la plaza exterior, rodeada de soportales y terrazas, disfrutando de ese ambiente tan auténtico que tiene el Fontán. Fue una parada sencilla, pero de esas que te hacen sentir que estás tocando la vida cotidiana de la ciudad.
PLAZA DEL FONTAN
Sus casas de colores, con galerías de madera y balcones floridos, nos hicieron sentir que estábamos entrando en una postal asturiana.
Mientras caminábamos bajo los soportales, escuchábamos el murmullo de la gente y el tintinear de las terrazas. Es una plaza que mezcla historia y cotidianeidad: aquí se celebra el mercado tradicional, pero también es el lugar donde los ovetenses se toman un vermut al sol sin prisa alguna.
Nos sentamos un momento a observar el ambiente, disfrutando del ir y venir de vecinos y viajeros. La plaza tiene algo cálido y cercano… de esos sitios a los que sabes que volverías sin dudarlo.
Oviedo nos dejó esa sensación de ciudad acogedora, elegante y tranquila, donde todo se disfruta sin prisas. Paseamos por calles llenas de historia, nos mezclamos con la vida diaria de sus vecinos y disfrutamos de cada detalle: la arquitectura, las tradiciones, el ambiente de sus plazas y el carácter amable de la gente.
Nos sorprendió lo fácil que es sentirse parte de la ciudad, como si nos estuviera esperando con los brazos abiertos. Comimos de maravilla, caminamos muchísimo y cada rincón nos regaló algo distinto: una conversación, una mirada curiosa, un trocito de calma o un momento divertido.
Cuando nos marchamos, sentimos que Oviedo no es solo un destino para ver, sino un lugar para vivirlo.
AVILES
En Avilés se siente la mezcla perfecta entre encanto antiguo y modernidad vibrante.
Llegamos a Avilés con ganas de descubrir una ciudad que combina historia, cultura y modernidad en cada esquina. Desde el primer momento, sus calles nos invitaron a pasear sin prisas, dejándonos sorprender por sus rincones llenos de encanto y su ambiente acogedor. Entre arquitectura histórica, espacios culturales y pequeños detalles que llaman la atención, Avilés se mostró como un lugar perfecto para explorar a nuestro ritmo y disfrutar de cada descubrimiento. Pasamos una tarde fantástica.
PLAZA ESPAÑA
Cuando llegamos a la Plaza de España sentimos enseguida que estábamos en el centro de todo. Es una plaza amplia, muy cuidada, rodeada de edificios con carácter y con ese ambiente tranquilo que tanto nos gusta de Avilés.
Nos quedamos un rato disfrutando del ambiente. Fue una parada sencilla, pero perfecta para entender el ritmo y el encanto de la ciudad.
CALLE GALIANA
La Calle Galiana nos encantó desde el primer momento. Sus largos soportales empedrados, con esas piedras irregulares que cuentan siglos de historia. A un lado, fachadas llenas de color; al otro, la vida cotidiana de Avilés avanzando con calma.
Mientras paseábamos, imaginábamos cómo sería esta calle en otras épocas: comerciantes, vecinos, fiestas… y entendimos por qué sigue siendo una de las más queridas de la ciudad. Hoy combina tradición con un ambiente agradable, con bares y tiendas que se asoman bajo los arcos.
Nos gustó especialmente esa mezcla de elegancia antigua y ritmo tranquilo. Es una de esas calles que se disfrutan sin prisa, simplemente dejándose llevar.
CALLE DE LA CÁMARA
Es una calle amplia, agradable, con ese toque elegante que combina comercios de toda la vida con tiendas más modernas.
Mientras la recorríamos, nos fijamos en sus edificios cuidados y en el ambiente constante de gente que va y viene, pero sin prisas. Tiene ese ritmo tranquilo que caracteriza a la ciudad, donde todo parece fluir de manera natural.
Una calle sencilla, pero perfecta para sentir la vida diaria de Avilés.
IGLESIA DE SANTO TOMÁS DE CANTERBURY
Al llegar, sentimos que estábamos ante un templo diferente, con líneas sencillas y una arquitectura muy cuidada que contrasta con el casco histórico de Avilés.
Entramos un momento y nos envolvió una sensación de calma. La luz que entra por sus vidrieras crea un ambiente sereno, perfecto para hacer una pausa en medio del paseo. Nos llamó la atención lo bien integrada que está en la vida del barrio, como un punto de encuentro discreto pero importante.
Fue una visita breve, pero nos gustó descubrir este rincón más contemporáneo de la ciudad, que aporta otra cara al recorrido por Avilés.
LA MONSTRUA
Encontramos La Monstrua en pleno casco histórico y, nada más verla, entendimos por qué es una de las figuras más llamativas de Avilés. La escultura representa a María García, una mujer del siglo XVII conocida por su estatura y complexión extraordinarias en una época en la que cualquier diferencia física llamaba poderosamente la atención. Su historia se transmitió durante generaciones hasta convertirse casi en una leyenda local.
Mientras la observábamos, nos sorprendió lo humana que resulta. No está caricaturizada ni exagerada: simplemente está ahí, como si hubiera vuelto para ocupar el lugar que la ciudad le debía desde hacía siglos.
Para Avilés, La Monstrua simboliza varias cosas:
- La memoria de sus personajes reales, incluso de aquellos que se salieron de la norma.
- El respeto y la dignidad hacia alguien que en su tiempo fue visto como una rareza.
- La identidad popular, ese punto entre historia y mito que da tanto carácter a la ciudad.
CENTRO NIEMEYER
Paseamos por la explanada, disfrutando de esa mezcla de calma y modernidad que transmite el conjunto. Cada edificio parece una escultura, y cada paso te ofrece una perspectiva nueva. Nos gustó especialmente esa sensación de amplitud, como si el espacio respirara por nosotros.
Aunque no entramos a ninguna exposición, solo caminar por allí ya fue una experiencia. El Niemeyer es de esos lugares que sorprenden sin necesidad de decir nada: habla por sí solo.
Avilés nos sorprendió por su combinación de historia, modernidad y vida cotidiana. Paseamos por calles llenas de encanto, descubrimos rincones con personalidad propia y sentimos cómo la ciudad respira al ritmo de sus vecinos. Cada esquina nos ofrecía un detalle nuevo: arquitectura cuidada, esculturas curiosas, terrazas con ambiente y ese toque cálido que hace que todo se sienta cercano.
Nos encantó ver cómo conviven la tradición y la creatividad, cómo el pasado se mezcla con lo contemporáneo, y cómo incluso los detalles más pequeños parecen contar una historia. Fue un paseo tranquilo, lleno de momentos que nos hicieron disfrutar de la ciudad con calma y curiosidad.
Al marcharnos, nos quedamos con la sensación de que Avilés no solo se visita… se vive, y que cada descubrimiento nos había dejado un recuerdo especial.
GIJON
Gijón, donde el mar y la ciudad se encuentran con encanto.
Nuestra visita a Gijón empezó con la brisa del mar acompañándonos mientras recorríamos sus calles y paseos. La ciudad tiene un encanto especial: combina vida urbana con un ambiente relajado y cercano, perfecto para descubrir a pie. Nosotros la descubrimos ya al caer la noche, pero por eso no menos especial.
PLAYA DE SAN LORENZO
Decidimos descubrir la Playa de San Lorenzo de noche, y la experiencia fue completamente diferente a cualquier paseo diurno. El mar rompía con suavidad, y la marea estaba bajando.
Caminamos por el paseo, iluminado por farolas que dibujaban un camino tranquilo, mientras la ciudad parecía susurrar su ritmo pausado. A cada paso, las luces reflejadas en el agua y los ecos de las olas nos hacían mirar hacia el horizonte una y otra vez.
Llegamos a la Escalerona, con su presencia imponente y elegante, y nos quedamos un momento admirando cómo la estructura.
Fue un paseo breve, pero de esos que se quedan grabados: la mezcla de mar, arquitectura y luz nocturna nos hizo disfrutar de Gijón de una manera completamente distinta.
IGLESIA DE SAN PEDRO
Al llegar a la Iglesia de San Pedro nos sorprendió su ubicación, justo frente al mar, que le da un aire especial y diferente a cualquier templo que hayamos visitado. La fachada, sencilla pero elegante, invita a acercarse con calma y admirar los detalles.
PLAZA MAYOR / AYUNTAMIENTO
Al llegar a la Plaza Mayor nos impresionó su amplitud y el ambiente que se respira, lleno de vida y movimiento.
El Ayuntamiento, con su fachada elegante y clásica, domina la plaza y nos hizo detenernos un momento para admirarlo.
Es un lugar de paso entre la Playa de San Lorenzo y el puerto de Gijón.
PALACIO DE REVILLAGIGEDO
Al acercarnos al Palacio de Revillagigedo nos impresionó su fachada elegante y señorial, que parece detener el tiempo en pleno casco antiguo. Caminamos alrededor del edificio, admirando los detalles de piedra y los escudos que cuentan la historia de familias que marcaron la ciudad.
ARBOL DE LA SIDRA
Nos encontramos con el Árbol de la Sidra casi por casualidad y nos sorprendió cómo un simple manzano podía convertirse en un símbolo tan reconocido de la ciudad. Al acercarnos, nos llamó la atención la forma en que la sidra se sirve directamente desde las ramas, en una tradición que mezcla ingenio y diversión.
PUERTO DEPORTIVO
LETRONAS
Llegar al Puerto Deportivo nos dio la sensación de encontrarnos en un rincón donde la ciudad se encuentra con el mar. Caminamos por los muelles, viendo los barcos atracados y escuchando el suave vaivén del agua contra las embarcaciones.
Nos quedamos un rato observando el horizonte, disfrutando del ambiente relajado y del sonido constante de las olas. Fue una parada sencilla, pero perfecta para respirar y apreciar otra cara de la ciudad.
ELOGIO DEL HORIZONTE
Al llegar a Elogio del Horizonte, nos quedamos un momento contemplando la obra, imponente y sencilla a la vez. La escultura, abierta al mar y al cielo, parece abrazar el horizonte y nos invita a mirar más allá de lo inmediato.
Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida, es mucho más que una escultura: es un símbolo de Gijón y del mar Cantábrico. Su forma abierta hacia el horizonte invita a mirar lejos, a pensar en la inmensidad y en lo que está más allá de nuestra vista. La obra representa la libertad, la contemplación y la conexión entre el hombre y la naturaleza.
Chillida la diseñó con materiales robustos que resisten el viento y la sal del mar, reforzando la idea de permanencia frente a la fuerza de la naturaleza. Para la ciudad, se ha convertido en un símbolo moderno: un lugar donde locales y visitantes pueden sentir la grandeza del paisaje y la fuerza del viento, y donde el arte se integra con la vida cotidiana.
Nos llamó la atención cómo, con formas simples y curvas, la escultura consigue generar emociones y reflexión, recordándonos que Gijón no es solo una ciudad costera: es un lugar que mira hacia el futuro mientras respeta su entorno natural.
Gijón es de esos lugares que te atrapan sin esfuerzo. Tiene un rollo urbano y a la vez relajado, con calles y rincones que dan ganas de recorrer sin prisa. La gente es cercana, la comida está buenísima y el mar siempre está ahí para darle un toque especial a la ciudad. En pocas palabras, visitar Gijón es disfrutar de una ciudad viva y auténtica donde siempre apetece volver.