GIRONA 

Girona nos invita a pasear y perdernos en su casco histórico” 

 

Girona ciudad es una auténtica joya! Compacta, vibrante y con siglos de historia a sus espaldas, tiene todo lo que nos encanta: calles con alma, buena comida, rincones de película y mucha cultura.

Girona fue uno de esos lugares que nos atrapó desde el primer paso. Con su tamaño perfecto para recorrer a pie y un casco antiguo de los más bonitos de Europa, la ciudad nos regaló un viaje en el tiempo sin salir del presente. Historia, encanto, vida local y rincones llenos de magia.

Si puedes, quédate una noche. Pasearla de día es una maravilla, pero al caer la tarde, con las luces encendidas y las calles en silencio, Girona se vuelve mágica.

Nos acompañas a conocerla..... 

PUENTE DE LES PEIXETERIES VELLES 

Lo llaman también el puente rojo, y con razón: su estructura metálica pintada de rojo intenso destaca entre los colores cálidos de las casas colgantes del río Onyar. Lo curioso es que fue diseñado por el estudio de Gustave Eiffel, justo antes de que construyera su famosa torre en París. Caminar por él es una mezcla entre historia y modernidad industrial.

Desde este puente se tiene una de las vistas más bonitas de Girona: las fachadas estrechas y coloridas que cuelgan sobre el agua, reflejadas como un cuadro impresionista. Es imposible no parar a hacer fotos desde todos los ángulos.

es uno de esos sitios que simbolizan Girona.

Las Cases de l’Onyar son un conjunto de viviendas que se asoman directamente al río, con fachadas en tonos cálidos: ocres, rojos, naranjas, azules. Parecen casas flotantes, como sacadas de un cuento mediterráneo.

Lo más bonito es cómo sus colores se reflejan en el agua, creando una estampa que cambia según la luz del día.

El mejor lugar para admirarlas es desde alguno de los puentes que cruzan el río, especialmente el Puente de las Peixateries Velles.

RAMBLA DE LA LLIBERTAT

La Rambla de la Llibertat no es solo una calle comercial: es una arteria con historia.

Bajo los porches de arcos de medio punto, todavía se conservan antiguos comercios, librerías, tiendas tradicionales, pastelerías… y una actividad constante que nunca resulta agobiante. Es perfecta para pasear, curiosear y sentarse a observar.

ESCALERAS DE SANT MARTÍ

Escales de Sant Martí, un lugar que parece detenido en el tiempo, escondido entre muros de piedra y susurros del pasado.

Estas escaleras nos llevaron hasta la iglesia de Sant Martí Sacosta, un pequeño templo barroco que se alza justo al final del tramo.

Las vistas desde lo alto son preciosas, con la calle empedrada a nuestros pies y los tejados de Girona en el horizonte. 

 

CATEDRAL

Cuando llegamos frente a la Catedral de Santa Maria de Girona, lo primero que sentimos fue vértigo. No por las alturas, sino por la fuerza visual de sus 90 escalones y esa fachada barroca que parece querer tocar el cielo

Construida entre los siglos XI y XVIII, esta catedral mezcla estilos como el románico, el gótico y el barroco, pero todo encaja a la perfección. Lo más impresionante es que tiene la nave gótica más ancha del mundo, ¡incluso más que Notre-Dame de París! 

Y si las escaleras de acceso te resultan familiares, no es casualidad: fueron escenario de una de las escenas más impactantes de Juego de Tronos. Pero incluso sin series ni cámaras, esas escaleras son ya un espectáculo por sí solas.

BAÑOS ÁRABES

En medio del bullicioso casco antiguo de Girona, nos encontramos con un rincón que parece sacado de otro mundo: los Baños Árabes. No son grandes, ni lujosos, ni especialmente llamativos por fuera… 

Aunque los llamen “árabes”, en realidad fueron construidos en el siglo XII por cristianos, pero inspirados en los antiguos baños romanos y en las tradiciones musulmanas. El resultado es un espacio de piedra que ha sobrevivido siglos, guerras y terremotos, y que hoy conserva esa atmósfera de recogimiento que invita a bajar la voz.

Lo que más nos impresionó fue el techo octogonal del vestíbulo, coronado por una cúpula sostenida por ocho columnas con capiteles preciosos. La luz entra tamizada por pequeñas aberturas, creando un ambiente íntimo y casi místico.

MONASTERIO DE SANT PERE GALLIGANTS

Este antiguo monasterio benedictino se construyó en el siglo XII, en un estilo románico sobrio pero majestuoso. Desde fuera, su aspecto robusto y austero impone. Pero es al entrar cuando de verdad se siente la magia: un claustro que respira siglos, columnas con capiteles tallados y un silencio que parece hecho de piedra.

MIRADOR DE SANTA LLUCIA

Nos asomamos y, de repente, Girona se abrió a nuestros pies: tejados rojizos, campanarios, el río Galligants serpenteando entre edificios, y al fondo, las colinas verdes que rodean la ciudad. Pura calma. Pura postal.

El Mirador de Santa Llúcia es de esos lugares que parecen no buscar protagonismo, pero lo tienen todo para enamorar: paz, historia y belleza auténtica. Es perfecto para desconectar unos minutos, hacer una buena foto o simplemente mirar sin pensar en nada.

BASÍLICA DE SAN FELIU

A veces, las catedrales eclipsan a otras iglesias igual de impresionantes. Pero en Girona, eso no pasa con la Basílica de Sant Feliu. Porque aunque esté a solo unos pasos de la Catedral, tiene tanta historia, belleza y carácter propio.

Antes de que se construyera la actual Catedral, Sant Feliu era el templo principal de la ciudad.

Aqui se veneran los restos del patrón de Girona, Sant Feliu, un mártir cristiano del siglo IV.

La torre campanario gótica de Sant Feliu se ve desde muchos puntos de Girona. Es alta, elegante y con forma de aguja, como una flecha de piedra que apunta al cielo. Desde abajo, mirarla impresiona. Y desde lo alto de las murallas, verla sobresalir entre los tejados, también.

LES MOSQUES DE SANT NARCIS

Es uno de los rincones más curiosos y legendarios de Girona. 

La historia se remonta al año 1285. Las tropas francesas de Felipe el Atrevido invadieron Girona y saquearon la ciudad. Entraron en la iglesia de Sant Feliu y profanaron la tumba de Sant Narcís, patrón de Girona. Pero lo que no esperaban es que, al hacerlo, de su cuerpo brotara un enjambre de moscas enormes y furiosas.

Según la leyenda, estas moscas atacaron a los soldados franceses, provocando el caos y obligándolos a huir. Y así, gracias a estos inesperados aliados alados, Girona fue salvada.

La mosca negra se convirtió en un emblema de Girona. Si te fijas, verás moscas talladas en fachadas, banderas con su silueta y souvenirs que las convierten en pequeñas heroínas locales.

CUL DE LA LLEONA

No podíamos irnos de Girona sin pasar por el famoso Cul de la Lleona, una escultura tan pequeña como icónica. La encontramos al final de la calle Calderers, en una esquina sin mucha ceremonia, pero rodeada siempre de turistas, sonrisas… y besos furtivos.

Sí, has leído bien: besos. Porque en Girona hay un dicho popular que asegura que…

“Qui besa el cul de la lleona, torna a Girona”(Quien besa el culo de la leona, vuelve a Girona)

Pues con tal de volver hay estuvimos, cumpliendo con la tradición. 

Subir los escalones, besarle el trasero a la leona… ¡y asegurar que algún día volveremos!

PLAZA DE LA INDEPENDENCIA

Después de callejear por el casco antiguo y cruzar alguno de los puentes sobre el río Onyar, llegamos a un lugar donde todo parece fluir con más calma: la Plaça de la Independència.

Es uno de los puntos neurálgicos de Girona, pero también uno de los más agradables para hacer una parada, tomar algo o simplemente sentarse a mirar la vida pasar.

La plaza se construyó en el siglo XIX, en plena época del neoclásico, y su arquitectura lo deja claro: arcos porticados, fachadas simétricas, balcones de hierro forjado… Tiene ese aire elegante y armonioso que recuerda a algunas plazas italianas o francesas.

Recibe su nombre en homenaje a los defensores de Girona durante el asedio napoleónico de 1808-1809. En el centro, se alza un monumento a los héroes de aquella resistencia, con un obelisco que a veces pasa desapercibido entre terrazas y sombrillas.

Después de recorrer callejuelas empedradas, asomarnos a miradores con historia, besar el “Cul de la Lleona” y sentarnos al sol en la Plaça de la Independència, nos despedimos de Girona con una sonrisa en la cara y los sentidos bien despiertos.

Porque esta ciudad no solo se ve: se respira, se saborea y se vive. Girona es pequeña, sí, pero está llena de capas, de rincones inesperados, de leyendas que te atrapan y de momentos que se quedan contigo.

Si hay un momento mágico para visitarla, ese es sin duda durante el “Temps de Flors”, en mayo. Durante una semana, la ciudad se transforma en un jardín gigante, con instalaciones florales en patios, calles, escaleras y monumentos. 

Así que ya lo sabes: quien besa el cul de la lleona… vuelve a Girona. Y nosotros, sin duda, volveremos.

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