PUEBLOS LLEIDA
"Los pueblos de Lleida nos invitan a pasear entre murallas, plazas y montañas.”
En nuestro viaje por la provincia de Lleida descubrimos un territorio que respira calma y autenticidad. Más allá de las montañas y de la capital, lo que nos cautivó fue el paisaje que se abre en sus comarcas interiores: una mezcla de campos infinitos, colinas suaves y pequeños núcleos rurales que parecen detenidos en el tiempo.
Los pueblos se levantan entre tierras de cultivo, con calles tranquilas y plazas donde la vida discurre sin prisas.
Por nuestra cercanía, son rincones que exploramos en primavera u otoño, y que nos permiten realizar salidas de día.
PENELLES
“En Penelles descubrimos un pequeño pueblo lleno de color y arte urbano, donde cada pared nos cuenta una historia.”
Pero la provincia de Lleida es mucho más que alta montaña. También encontramos propuestas diferentes y sorprendentes, como Penelles, un pequeño pueblo convertido en museo de arte urbano al aire libre que nos mostró la cara más creativa y moderna de la región.
En medio de la tranquilidad de la comarca de La Noguera nos encontramos con Penelles, un pequeño pueblo que nos sorprendió por su capacidad de reinventarse. Lo que en otros tiempos fue un lugar marcado por la vida agrícola, hoy se ha convertido en un auténtico museo al aire libre gracias al arte urbano.
Recorrer sus calles fue como caminar entre lienzos gigantes. Cada fachada se había transformado en una obra de arte: retratos llenos de vida, escenas rurales reinterpretadas, murales abstractos y colores que rompían con la calma del entorno. La tradición y la modernidad convivían en perfecta armonía, dándole al pueblo una personalidad única.
El gran responsable de esta transformación es el festival GarGar, que cada año reúne a artistas de todo el mundo para dejar su huella en las paredes de Penelles. Nosotros pudimos ver más de un centenar de murales, y lo mejor fue descubrirlos poco a poco, girando esquinas y dejándonos sorprender a cada paso.
Lo que más nos gustó de Penelles fue esa mezcla inesperada: la esencia de un pueblo pequeño, con su ritmo tranquilo y su gente cercana, unida a la explosión de creatividad de los grafitis.
GUIMERA
“En Guimerà nos perdemos entre calles medievales y rincones que parecen detenidos en el tiempo.”
Situado en el valle del río Corb, su perfil ya nos llamó la atención desde la carretera: casas de piedra escalonadas en la ladera y, en lo alto, la torre de su antiguo castillo vigilando todo el entorno.
Perdernos por sus calles estrechas y empinadas fue como viajar atrás en el tiempo. Los pasadizos cubiertos, las escaleras de piedra y los rincones sombreados nos invitaban a recorrerlo sin prisa, imaginando cómo sería la vida aquí siglos atrás. Cada rincón nos regalaba una perspectiva distinta: puertas con arcos, balcones floridos y ventanas diminutas que parecían susurrar historias antiguas.
La iglesia de Santa Maria de Guimerà, con su campanario gótico que se alza imponente, nos recordó la importancia que tuvo este lugar en la Edad Media. Desde lo alto del pueblo, las vistas del valle son espectaculares: campos de cereales, viñedos y colinas suaves que completan una estampa típicamente rural.
Lo que más nos gustó de Guimerà fue su autenticidad. No es un pueblo de postal creado para el turismo, sino un lugar que conserva intacta su esencia, donde las piedras hablan de siglos de historia. Pasear por él fue para nosotros una experiencia mágica, un regreso al pasado en pleno corazón de Lleida.
Recomendamos llevar calzado cómodo, por sus piedras y cuestas.